Mi vida sin drogas: lo que hay después de la rehabilitación

M. — Graduada de Narconon Puebla

“Cuando salí de Narconon, sentí una mezcla de alivio y terror. Alivio y felicidad porque había logrado salir del espiral destructivo que había sido mi vida durante tantos años. Pero también sentía terror, porque sabía que el verdadero desafío no era solo dejar las drogas, sino lo que venía después…

En la rehabilitación me enseñaron muchas cosas, aprendí mucho, pero el mundo no se detiene. Mis amigos, o mejor dicho, las personas con las que me rodeaba antes no eran la mejor influencia y aunque deseaba estar cerca de ellos, ahora sabía que no era lo mejor para mi.

El primer obstáculo fue alejarme de los grupos a los que pertenecía, ellos no comprendían por qué ya no quería seguir en su mundo, y algunos intentaron que regresara con ellos. Me sentí sola…

El proceso de reconstruir mi círculo social fue lento y doloroso, pero finalmente entendí que debía rodearme de personas que me apoyaran en mi camino hacia la recuperación, no de aquellas que me tentaran a recaer.

El segundo obstáculo fue recuperar la confianza de mi familia, todos habían pasado por años de sufrimiento al ver cómo me consumían las drogas. Cuando regresé a casa, era evidente que aunque me amaban, pero no confiaban completamente en mí.

Mi madre me miraba con ojos llenos de esperanza, pero también con miedo. Me costaba mucho demostrarles que había cambiado. Pasaron meses de pequeñas victorias, de demostraciones de compromiso y esfuerzo. A veces sentía que no podía más, que las expectativas de mi familia eran demasiado altas. Pero entendí que la desconfianza no era solo hacia mí. Poco a poco, mi familia empezó a confiar nuevamente en mí, pero fue un proceso largo, de paciencia y persistencia.

El miedo a recaer era constante. Las viejas tentaciones estaban alla fuera y mi mente a veces me jugaba trucos. Recordaba esos momentos de euforia y libertad que las drogas me daban, aunque ahora sabía que esa “libertad” era solo una ilusión.

En todo este tiempo he podido reconocer los momentos de debilidad y cada vez que supero una tentación, siento que me fortalezco un poco más.

“La rehabilitación no se acaba, es una práctica diaria, un compromiso que se renueva cada día, una decisión que hay que tomar constantemente”.

El último gran obstáculo fue aceptar que la vida no iba a ser fácil. No había una varita mágica que pudiera hacer que todo fuera perfecto. La tentación seguiría acechando, las dificultades seguirían apareciendo, pero ahora, al menos, tenía las herramientas para enfrentarlas. Aprendí a ser honesto conmigo misma, a ser paciente y a comprender que la vida sin drogas no se trata de ser perfecto, sino de ser lo suficientemente fuerte para seguir adelante, incluso cuando todo parece complicado.

Hoy, después de meses de mi salida, puedo decir que la vida sin drogas es una vida llena de altibajos, pero también de logros y esperanza. He reconstruido relaciones importantes con mi familia, he hecho nuevos amigos que entienden lo que he vivido, y lo más importante: me he reconectado conmigo mismo. No soy la misma persona que era antes, ahora soy una persona más sabia, más consciente y más agradecida”.

M. — Graduada de Narconon Puebla


AUTOR

Lizbeth Carmona

Secretario de Público

NARCONON PUEBLA

EDUCACIÓN Y REHABILITACIÓN DE DROGAS